Títol Textos inèdits de Juan Castaño I: «El Nazaret histórico de 1928»
Autor Joan Castaño
Introducció i disseny  Natzaretpèdia
Data de publicació en Natzaretpèdia Dimarts 3 d’octubre de 2023

L’arxiu de Joan Castaño és una acumulació monumental d’informacions de diferents tipus, en gran part inexplorada. Entre altres joies hem trobat almenys cinc llibres manuscrits, tres d’ells amb índex i pàgines numerades, la qual cosa ens ha permés organitzar-los completament. Estan escrits en majúscula sobre fitxes de cartolina o fulles de llibreta, probablement passats a net amb bona lletra.

Els textos de Castaño són meravellosos relats etnogràfics de l’antic Natzaret i d’altres barris veïns, com els desapareguts Cantarranas o el Grau. Relats que guanyen valor amb el temps. És una gran sort disposar d’este material que no va arribar a publicar-se mai. La seua obra coneguda són el llibret Nazaret y sus calles i el generós material que va anar publicant al periòdic Natzaret. Però açò és només una xicoteta part del material escrit pel nostre dilecte veí. Poc a poc anirem publicant-lo tot. Comencem per “El Nazaret histórico de 1928”, un llibret breu ple de dades interessants que descriu, prop de cent anys després, un món desaparegut però que ens vincula com a veïnat.

Podeu llegir el llibret íntegre a continuació, o bé descarregar-vos-lo d’este enllaç:

Contenido

En la década de los años 20
El principal acceso que tenía Nazaret desde la capital
El otro medio de comunicación era con el Grao
La calle Mayor era la principal y más larga
Las calles de Nazaret eran de tierra y arena
El mencionado Puente de Hierro
Nazaret nació y creció en terrenos
Al este del antiguo y anterior parque
Paralelas al este de la calle Mayor
La calle Baja del Mar
La calle terminaba con las tres casas de veraneo
La actual calle Moraira
La calle de la Pelota
Al final de la calle Mayor
Más hacia el sur estaban las modestas viviendas
Frente al cuartel de carabineros
Al sur del barrio de Tranviarios
Más al sur de las últimas viviendas del poblado
Tomando el camino de la playa, hoy Castell de Pop

El Nazaret histórico de 1928

La primera referencia oficial que se tiene del barrio de Nazaret data de 1720, año en el que al lugar le dieron el nombre de Lazareto por el traslado del citado establecimiento sanitario desde Monteolivete, donde pasaban la cuarentena los marinos que arribaban al puerto sospechosos de alguna enfermedad contagiosa.

El año 1844 el lazareto fue trasladado al Puerto del Grao, cuyo establecimiento se conoce en la actualidad por la estación sanitaria marítima.

Según datos bastante creíbles, al desaparecer el lazareto y tal vez por una deformación del lenguaje popular, el barrio empezó a recibir el nombre de Natzaret, posiblemente como derivado de “llatzeret”, nombre valenciano que se daba a las antiguas leproserías, cuyo fundador fue el místico San Lázaro o Sant Llatzer dicho en valenciano.

Nazaret es un barrio relativamente joven (273 años) y sin menospreciar su valor histórico, conserva solamente una tradición sentimental de interés para los nativos y muy pocos elementos que sirvan para ser estudiado por antropólogos y amantes de la historia de los pueblos.

En la década de los años 20

En la década de los años 20, contaba Nazaret con una población de poco más de mil habitantes, era un barrio muy tranquilo y familiar de gente amable, cuyo mutuo trato parecía el de una gran familia.

La máxima autoridad era el alcalde pedáneo de entonces, Vicente Ferrandis, más conocido por el “tío Moreno”, además de la plantilla de tres guardias municipales, el tío Serena, el Cabrero y el apellidado Tormo, y la casilla-cuartel de la segunda compañía de carabineros de Costa.

El alcalde pedáneo, militante conservador, cesó en sus funciones con el advenimiento de la República en 1931, recordándole por su labor urbanística del primer alcantarillado y adoquinado de la calle Mayor y del alumbrado público.

Los tres “policeros”, como se llamaba a los guardias municipales, eran los encargados del orden y el cobro del arbitrio diario a las vendedoras ambulantes pescateras, huertanas y lecheras.

Desde hacía años las pocas familias que componían el primitivo poblado se casaban entre los miembros de la reducida vecindad y así creció la población con la unión de parejas de distintas familias, llegando a ser todos parientes en más o menos grado.

Por la mezcla de las diferentes ramas, sus descendientes, abundan con los apellidos Ferrandis, Bonet, Esteve, Ramos, Segura, Picó, Ribes, Trilles, Coll, Ibanco, Vázquez, Llavata, Planells, Lluch, Vivó, Aviñó, Luz y Alfonso entre los más significativos.

El principal acceso que tenía Nazaret desde la capital

El principal acceso que tenía Nazaret desde la capital, era el antiguo “Camí Nou” o Camino de las Moreras, llamado así por las dos filas de moreras que alineadas a ambos lados formaban un túnel cuya frondosa sombra aliviaba el fuerte calor del verano al tráfico, tanto peatonal como al rodado.

Este camino fue abierto desde el lugar denominado “la Barraca”, próximo al Azud del Oro, donde se unía al Camino de Monteolivete llamado en el siglo XVIII la Alameda Nueva y “Paseo de las Viudas” por la chanza y crítica popular.

Como nota curiosa hay que reseñar la antigua costumbre que existía en la huerta, cuyos labradores cultivaban moreras en sus propiedades por las hojas que empleaban como alimento de los gusanos de seda, industria muy floreciente en Valencia hasta el siglo XIX.

Otra de las tradiciones en las familias era tener destinada para cada hijo su morera, de cuyo tronco extraían la madera para construir las sillas del ajuar doméstico al contraer matrimonio.

El otro medio de comunicación era con el Grao

El otro medio de comunicación era con el Grao, por medio del transporte fluvial a cargo del barquero llamado Pasqualet, en cuya barca cruzaba el río a la gente, medio que desapareció en el inicio del siglo XX al construir el primer puente de hierro entre Nazaret y el vecino barrio de Cantarranas.

Los bombardeos de la Guerra Civil de 1936/1939 dañaron el puente, dejándolo intransitable, y sus restos terminó por derribarlos la riada de 1949.

La calle Mayor era la principal y más larga

La calle Mayor era la principal y más larga, con el mayor tráfico del barrio, que empezaba a pocos metros de la orilla del río en la bajada del Puente de Hierro, y llegaba al antiguo cuartel de carabineros, hoy cuartel de la Guardia Civil en la calle Castell de Pop.

En ella se hallaba la centenaria ermita en la que se celebraba misa solamente los domingos, pues entonces Nazaret pertenecía a la feligresía de la pedanía de La Punta.

También se hallaba el comercio más importante y las tabernas, únicos establecimientos que habían para esparcimiento y pasatiempo de obreros, pescadores y portuarios cuando terminaban la jornada de trabajo, entretenidos en el juego del Truc y el copeo, pues en aquella época no existían bares en el  barrio, aunque disponían de un caserón destartalado en un piso alto de la calle principal que llamaban casino y también conocido por “el Casinet”, donde se celebraban los tradicionales bailes del carnaval de la época y lugar de recreo y ocio de los vecinos, una especie de hogar público para socios, donde se reunían y se celebraban charlas de tipo político, creado por los vecinos de más relieve y más cultura, como encargados de obreros, artesanos, comerciantes, industriales y caciquillos satélites de la política de la época.

Los domingos y días de fiesta se podía tomar el clásico “calentet”, que era café de perolet preparado por el conserje encargado del local, pero entonces tampoco era un negocio sustancioso en los barrios como Nazaret, pues sus pobladores eran más habituados al copeo y barrales de vino y a la cazalla mañanera imprescindible para “matar el cuquet”.

Las calles de Nazaret eran de tierra y arena

Las calles de Nazaret eran de tierra y arena en aquella época, y con el continuo trasiego del paso de los carros y el peso del cargamento les era difícil y penoso a las caballerías arrastrar la carga.

A causa de las lluvias del invierno se formaba un gran barrizal y las ruedas dejaban tan marcadas y profundas huellas que por el desnivel del camino se tambaleaban los carros, originando frecuentes caídas de las bestias.

Cuando se “amorraban” los carros tumbando al caballo, acudían solícitos todos los carreteros y con gran solidaridad se prestaban estas mutuas ayudas para liberar al animal del peso sobre el lomo de la carga y los varales, poniendo el carro en posición de marcha.

El mencionado Puente de Hierro

El mencionado Puente de Hierro, medía tres metros y medio de ancho por setenta y dos de largo total, dispuesto de una pasarela peatonal a ambos lados de cincuenta centímetros y dos metros y medio de la zona central reservada para circular tartanas y carros de particulares y huertanos, pero en mayor cantidad los carros dedicados al transporte de cajas de naranjas y cebollas que cargaban en la Estacioneta para cruzar por el puente y descargar en el muelle y embarcar en los buques fondeados en el puerto.

Para no entorpecer el tránsito fluido de los carros por el puente, existía una tolerancia y respeto entre la mayoría de los carreteros, para que esperaran unos a que lo cruzaran antes los que habían entrado primero en el puente, en una o en otra dirección, ya que solo disponía del espacio para el paso de un vehículo.

A pesar de ello, casi todos los días ocurrían altercados provocados por los que haciéndose “el chulo” se saltaban las normas y arreaban a los caballos para entrar en el puente, cuando por el otro lado ya se hallaba dentro otro carro.

Muchas veces cubrían ambos el recorrido y se enfrentaban los caballos, enzarzándose los carreteros en discusiones, insultos, llegando a veces a las manos.

El vocabulario de los carreteros no era en aquella época demasiado ortodoxo, obligados a tener que hacer entender a los caballos órdenes que solo obedecían con la palabra y el látigo, cuando más soez e indecorosa mayor efecto causaba a las bestias.

A la bajada del puente en Cantarranas existía la garita del consumero y el pontazgo, con un guardia municipal para poner orden en los altercados, imponiendo su autoridad para el cobro del arbitrio y evitar el matute, así como para que los carros pagaran el peaje de un chavo por cada animal que cruzaba el puente.

El barro que se producía en las calles a causa de las lluvias se convertía en un “chocolate” que era salpicado sobre las fachadas con el chapoteo del paso de las caballerías, y las vecinas siempre andaban atareadas con la brocha y cal en la mano, sobre todo para dejarlas limpias y curiosas para las fiestas de la Virgen.

La zona más intransitable por el barro era la comprendida entre la bajada del puente y el Camino de las Moreras, en cuya esquina tenía la tienda-taberna el vecino Pepe Ribes, frente al horno de su hermano Batiste, de la saga de los “Chatos”, industria que heredó de su padre, la primera y más antigua del barrio.

Nazaret nació y creció en terrenos

Nazaret nació y creció en terrenos al mismo nivel del río, y cada vez que se desbordaba inundaban sus aguas las calles del barrio. La más perjudicada era la zona del barrio de Cocoteros, más cercana al río, cuyos vecinos eran los primeros que recibían la avalancha, y abandonaban sus casas para cobijarse en los pisos altos que entonces existían y en la Estacioneta, la que en previsión a las frecuentes riadas del otoño la construyeron a más de tres metros del nivel del río, aprovechando el montículo natural de antiguas dunas que en estado salvaje estuvieron pobladas de vegetación y varias palmeras.

El barrio de Cocoteros se hallaba a la orilla del río, junto a la Estacioneta, separado por un estrecho pasillo que terminaba en una escalera para acceso de los vecinos a sus casas, construido por la compañía de tranvías y ferrocarriles para no dejar aislado al vecindario en las inundaciones en su emplazamiento detrás de las primeras casas de la calle Mayor.

La actual calle y subida al Puente de Astilleros, era en aquella época el camino que conducía al anterior parque municipal construido en 1912 y destruido por los bombardeos de la Guerra Civil de 1936/1939.

Era un extenso terreno ajardinado lleno de arboleda de varias especies, cerrado por un grueso muro que lo protegía de las inundaciones por hallarse a poca distancia del río.

Desapareció aquel bonito parque, fue construido en su solar el actual parque deportivo que fue inaugurado el 17 de junio del año 1970 por el entonces Jefe de Estado D. Francisco Franco Bahamonte.

Al este del antiguo y anterior parque

Al este del antiguo y anterior parque y con las fachadas al amplio espacio que se extendía hasta la orilla de la playa se hallaba un grupo de casitas bajas y barracones alineados sobre el lienzo del grueso muro, que se conocía por el barrio de la Playa y el de Illueca indistintamente, que actualmente se denomina calle de la Macarena.

Era un conjunto de desiguales casitas blanqueadas con cal, cuya limpieza y colorido de sus humildes jardines cultivados por las vecinas daban un agradable y simpático aspecto al lugar, compuesto de unas veinte viviendas de obreros, pescadores y portuarios.

Entre aquellas familias se recuerdan a la tía Anita la Calafata, Mercedes la Maresa, madre del Melem; Titella y su madre, Carmen la Monja; la tía Sidora y su hermana Roseta Villagrasa; el tío Serafí; Pepe el Petos; los Quililis; María la Maña; Paletes; María la Molinera; Serabia; Amadeo; el Negre y Carmen la Modista.

A poca distancia se podía disfrutar de una playa entonces maravillosa y limpia, de aguas claras y fina dorada arena, con una reserva de abundante pesca.

Durante el día descansaban las barcas varadas en la arena, en espera del alba para volver al mar a faenar, de cuyas entrañas obtenían el diario sustento las familias.

Paralelas al este de la calle Mayor

Paralelas al este de la calle Mayor se hallan las calles Alta del Mar, la Baja del Mar y la que hoy se conoce oficialmente por la del Parque, que entonces solo se componía de escasas viviendas y la salida a los corrales traseros de la calle Baja, dando frente al espacio amurallado del antiguo parque municipal.

La calle Alta del Mar era muy tranquila y sin tráfico alguno, donde los niños jugaban a sus anchas, sin ningún peligro y las vecinas pasaban la tarde sentadas en pequeños grupos delante de casa remendando la ropa.

No obstante, se alteraba la paz cuando en alguna ocasión se escapaba el toro que iban a sacrificar en el patio de la carnicería de Vicente Estors “Caldera”, originándose muchos sustos y carreras huyendo para meterse en sus casas tras cerrar las puertas con cerradura y pestillo.

En época de verano, los vecinos cenaban al fresco en la puerta de casa y tumbados en hamacas disfrutaban de un sueñecito hasta muy avanzada la noche y cuando pasaba el sereno haciendo la ronda les despertaba para que se retiraran a descansar en sus casas.

Hay que destacar la gran confianza que mutuamente existía entre los vecinos, ya que en todas las puertas dejaban puestas las llaves en la cerradura, sin temor a nada ni a nadie.

Solamente las cerraban por la noche al retirarse a dormir, pero dejaban la llave colgada en el marco interior de la ventana, dejándola entornada para que al regresar tarde algún familiar pudiera utilizarla y entrar sin entorpecer el sueño de los que descansaban.

En aquella época cualquier vecino podía entrar libremente por la puerta abierta hasta la cocina en ausencia de la dueña para tomar prestada una taza de aceite, arroz o azúcar, enterándose la vecina cuando la otra le devolvía lo prestado sin permiso.

La calle Baja del Mar

La calle Baja del Mar era la tercera del barrio en importancia de riesgo por su bajo nivel con la calle Mayor, más sometida en otros tiempos a las inundaciones del río y los temporales del mar.

En los años 20 estaba formada por pequeñas plantas bajas y algunas con piso alto, ocupadas por gente obrera y portuarios que alternaban su trabajo con la pesca para ayuda de la economía, cuyas capturas vendían las mujeres de puerta en puerta y en los mercados.

Los vecinos que más se distinguían era la familia del Prósporo, la tía Fabrila que presumía del apodo que le daban porque le planchó las camisas al torero de Ruzafa Fabrilo, pero más conocida en el barrio por las célebres sesiones de espiritismo que celebraba en su casa.

Otros de renombre eran los Maños, el Paellero, el Piquer, la tía Huisa y su hermana, la tía Galla con su mal genio; la Musola, el tío Ratero hijo de la antigua tienda-taberna que adquirió el sobrenombre por los exquisitos all i pebre y el sal-picó de rata que guisaba su dueño; la tía Churra, madre de los Castro; el Piula; el Pirata, que se había ganado con creces el sobrenombre; la familia Trilles, los Segur, el Tabarquí, els Palangrers, el Cacahuero, el Boter, y el Toribio, que se dedicó más al contrabando que al trabajo honrado.

La calle terminaba con las tres casas de veraneo

La calle terminaba con las tres casas de veraneo de los Nácher, de las que hoy sobreviven dos con sus artísticas fachadas del modernismo del XIX, próximas al desaparecido lavadero público situado en la actual calle Fontilles detrás de la iglesia, donde hasta 1957, además de lavar la ropa las vecinas, servía para templo de cotilleo, aireando los “trapos sucios” de alguna, originando discusiones rociadas de salpicados malsonantes, que como un sainete divertían la curiosidad de la gente.

Hasta final de los años 20 no hubo mercado público en Nazaret, y la vecina Salvadora Ferreira, más conocida por la “tía Salvaora”, fue la que se destacó como pionera y fundadora del primero, aunque rudimentario mercado, montando un barracón a cielo abierto en el solar de Rafael Teruel, “el Tolliner”, ocupado actualmente por el horno y pastelería del “Pasti” en la calle Mayor.

Consiguió que la imitaran las huertanas y pescateras que antes vendían ambulantes de puerta en puerta, entre ellas la tía Fina, la Musola, la tía Churra, completándolo las vendedoras de gallina y conejo, Dolores y Miguela.

Este mercado tan popular y simpático desapareció cuando llegó la República de 1931, cuyo municipio lo sustituyó por el construido en la calle de Fontilles que actualmente se halla en remodelación a sus sesenta años de actividad, excluyendo los treinta y dos meses de guerra que estuvo inactivo.

La actual calle Moraira

La actual calle Moraira, desde su entrada por la calle Mayor al camino del Canal, se conocía por el “Carreró del Curro”, que conducía al llamado barrio del Curro (hoy calle Coll de Rates).

El mencionado barrio se componía de diez viviendas correspondientes al inicio y formación de una nueva calle con el nombre oficial de “calle en proyecto”.

Entre los vecinos más destacables estaba Vicente Moncho Llop, apodado “el Curro”, que daba el nombre popular al lugar.

Era ganadero, dedicado a la crianza de corderos y toros que pacían en las riberas del río, además de las vacas lecheras para el suministro a la barriada.

También sobresalía notoriamente del barrio el bondadoso y paciente Martino por la popularidad en el mundillo del comadreo, de su hija Marieta, más conocida por “Marieta la Fesolé”.

La calle de la Pelota

La calle de la Pelota era la cuarta importante de las más antiguas del barrio en 1923, actualmente llamada Bernabé García.

Su nombre se debía a las competiciones del juego de pelota a “llargues” que se celebraban en ella en otras épocas, cuando las viviendas eran solo algunas barracas y en una de ellas estaba la carnicería más antigua, establecida por el tío Chala, antepasado de la de Salvoret “el Bisquet” que existía en la calle Mayor.

Por un accidente fortuito se incendiaron todas las barracas en 1855, quedando los vecinos sin hogar, pero un importante personaje llamado Bernabé García, antiguo veraneante, construyó viviendas para los damnificados, de cuyas casitas todavía existen algunas habitadas por las familias de Llusiano el Champi y Pepe “el Coño”, la de Tomaset “el Fuster”, la de Dolores “la Gallinera” y la del Chato-Barraca.

Al final de la calle Mayor

Al final de la calle Mayor se hallaba el viejo caserón del cuartel de carabineros de la 2ª Compañía de Costa, unida a un grupo de viviendas ocupadas por el sargento Guarido, el carabinero escribiente de la oficina León Lázaro, la familia de Alagarda y la de Vicente Arbiol, joven de 22 años que fue fusilado en Mallorca al estallar la Guerra Civil de 1936/1939.

Al lado del cuartel estaba el chalet Villa Pilar de veraneo, del médico y terrateniente D. José Casanova. A continuación las villas de Caro, casas de veraneo de dichas familias, unidas a los chalets de Alfaro, actualmente ocupados estos últimos por el colegio-guardería de San Vicente de Paul, regentado por religiosas de Santa Ana.

Más hacia el sur estaban las modestas viviendas

Más hacia el sur estaban las modestas viviendas del tío Ferro y la barraca de la Pardala, familias de viejos pescadores, últimas ubicadas en los límites del barrio, entre dunas y tierras de labranza.

Se apellidaban Bonet y Coll respectivamente, cuyos descendientes de la cuarta y la quinta generación viven en el barrio.

Descendiente de Bonet “el Ferro” es el “popular” Cesar Bonet Lara, tan conocido en Nazaret por su equivocada conducta.

Frente al cuartel de carabineros

Frente al cuartel de carabineros se hallaba un grupo de treinta y cuatro viviendas de una sola altura, todas iguales, construidas por la Cooperativa de Empleados de la Compañía de Tranvías, entre los años 1916-1920, conocido por el barrio de Tranviarios, nombre que sustituyó la voz popular al de “Barrio de Alfonso XIII” con el que fue inaugurado en gratitud al rey por haber donado en propiedad los terrenos.

La fisonomía primitiva de este barrio ha cambiado por la construcción de grupos modernos añadidos, formando las actuales calles de Manuel Andrés y Francisco Falcons.

Al sur del barrio de Tranviarios

Al sur del barrio de Tranviarios y frente a los chalets de Alfaro, vivía aislada la familia del tío Ximo Bonet, “el Doldi”, viejo lobo de mar, que vivía de la pesca para mantener a sus diez hijos, cinco varones y cinco hembras.

La vivienda era un enorme y destartalado barracón de madera, construido con la ayuda de sus hijos, protegido de la lluvia con planchas de hojalata, pintado con alquitrán.

Se hallaba entre arenales, juncos y charcas, hogar de ranas cantarinas que durante la noche amenizaban el ambiente con su ronco croar.

En verano acudían a sus aguas las libélulas, llamadas “parotets”, a refrescarse con sus chapuzones, arriesgando sus vidas que peligraban por el acoso de los rapazuelos cazándolos a cañazos como un juego, más inútil y cruel que divertido.

Más al sur de las últimas viviendas del poblado

Más al sur de las últimas viviendas del poblado y a orillas del mar estaban los dos chalets, todavía existentes, de los médicos Sancho y el de Bartual, recias y sólidas construcciones sobre las primitivas dunas, y actualmente ocupados para diferente actividad, como el de Sancho que se dedica a la rehabilitación de expresos con el nombre de “Casal de la Pau”.

Estos chalets limitaban la extensa y larga playa de Nazaret hasta la desembocadura del Turia, con sus dos facetas que recordar. La de verano que se convertía en agradable lugar muy concurrido por gente de la ciudad que acudía a tomar el baño en sus limpias y templadas aguas y donde familias enteras pasaban los domingos.

En invierno estaba más solitaria, solo acudían los pescadores a sus ocupaciones y los carros que diariamente venían a cargar arena para la construcción y la industria previa licencia que facilitaba la Comandancia de Marina.

No faltaban los pescadores por la orilla arremangados y los pantalones subidos hasta la rodilla con el esparavel dispuesto a lanzarlo al agua sobre el paso de los peces.

Todo se desarrollaba en un paisaje de viejas costumbres con las mismas normas que empleaban los antepasados para ganarse el pan de cada día.

Algunas tardes se interrumpía la tranquilidad con la llegada del regimiento de caballería de Victoria Eugenia (del que la reina era coronela honoraria) situado en la Alameda, que solía venir a la playa de maniobras desde los chalets a la desembocadura del río.

Detrás de la calle Mayor, paralela al mar, había una acera que popularmente la llamaban “l’Acera Ampla”, actualmente desaparecida por su fusión con la calzada de la prolongación de la calle Ampla del Mar en 1958, actual paseo peatonal.

Se llamó así por su notable anchura y ser la única de entonces enladrillada por cuenta de los veraneantes para uso privado, situada delante de sus viviendas y jardines de acceso.

Por el privilegio que disfrutaba la burguesía de entonces, estos poderosos personajes prohibían las construcciones frente a las suyas y evitaban perder el disfrute del paisaje marino y las maravillosas salidas de sol.

Era un lugar estupendo para tomar el sol del invierno por los vecinos y viejos marinos, pero en verano era considerado propiedad por los veraneantes, la ocupaban para tomar el fresco al atardecer, acomodados en sillones de mimbre que la servidumbre les preparaba delante del velador con las meriendas.

Tomando el camino de la playa, hoy Castell de Pop

Tomando el camino de la playa, hoy Castell de Pop, se hallaba a la izquierda la antigua casa de la tía Cartera, que todavía existe, con verja de hierro donde cultivaba su humilde jardín de geranios y rosales, ocupada actualmente por un hijo de Felipe Beses, bajo, que hoy corresponde al nº 6 de la plaza de Aras de Alpuente.

Más adelante y a la derecha se hallaba el barracón del tío Moreno, alcalde pedáneo del barrio, que lo utilizaba para guardar las artes de pesca y la barraqueta de baños “el Faro” durante el invierno.

Muy cerca de la playa ya existían en esta zona algunas casas de pescadores y los barracones y chamizo de la tía Amparo “la del Lorito” y del Simarro, familias extremadamente pobres.

Hoy lo ocupa la calle Virgen de los Reyes y Jesús Nazareno frente a la fábrica de aceites Arlesa, cuyo solar ocupado por el Patronato Parroquial fue vendido por la iglesia en 1964.

El estado urbano de los años 20 ha sufrido muchas variaciones, desapareciendo añorados paisajes entrañables, incluida la playa y con ello la pérdida de su verdadera identidad.

Mayo 1993

Títol Textos inèdits de Juan Castaño I: «El Nazaret histórico de 1928»
Autor Joan Castaño
Introducció i disseny  Natzaretpèdia
Data de publicació en Natzaretpèdia Dimarts 3 d’octubre de 2023

1 resposta
  1. Ramon
    Ramon says:

    Els relats de Joan Castaño són una autèntica delícia. Escrits amb una prosa àgil, descriptiva i agradable. A més a més, llevat d’algun cas, es escrupulosament fidel a les dates històriques. La seua lectura sens dubte serà un relax i l’aportació d’una gran informació, que farà gaudir a tots persona que els llisca, sobretot si són de Natzaret i persones majors.

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