Títol Textos inèdits de Juan Castaño II: «Del Grao a Nazaret»
Autor Joan Castaño
Introducció i disseny  Natzaretpèdia
Data de publicació en Natzaretpèdia Dijous 2 de novembre de 2023

Un altre treball inèdit de Joan Castaño:
«Del Grao a Nazaret»

Recuperem la introducció del primer volum d’esta col·lecció, actualitzada per a l’ocasió (podeu accedir al primer volum ací: Textos inèdits de Juan Castaño I: «El Nazaret histórico de 1928»):

L’arxiu de Joan Castaño és una acumulació monumental d’informacions de diferents tipus, en gran part inexplorada. Entre altres joies hem trobat almenys cinc llibres manuscrits, tres d’ells amb índex i pàgines numerades, la qual cosa ens ha permés organitzar-los completament. Estan escrits en majúscula sobre fitxes de cartolina o fulles de llibreta, probablement passats a net amb bona lletra.

Els textos de Castaño són meravellosos relats etnogràfics de l’antic Natzaret i d’altres barris veïns, com els desapareguts Cantarranas o el Grau. Relats que guanyen valor amb el temps. És una gran sort disposar d’este material que no va arribar a publicar-se mai. La seua obra coneguda són el llibret Nazaret y sus calles i el generós material que va anar publicant al periòdic Natzaret. Però açò és només una xicoteta part del material escrit pel nostre dilecte veí. Poc a poc anirem publicant-lo tot. Després d’haver editat “El Nazaret histórico de 1928”, continuem amb este segon volum titulat “Del Grao a Nazaret”. Un recorregut pel barri que complementa el text anterior, entrant a relatar com treballaven lleteres o comerciants i altres històries curioses del Natzaret dels anys 20 i 30.

Podeu llegir el llibret íntegre a continuació, o bé descarregar-vos-lo d’este enllaç:

Contenido

1. En tierras de Nazaret
2. El Pontazgo y el Fielato
3. Barrio de Triana
4. Madam Pinzell
5. Actividad de la calle Mayor
6. El comercio en la calle Mayor
7. Las lecheras
8. Los mosquitos y la acequia del Vall
9. El Cine Español
10. El lavadero público
11. El fantasma del lavadero
12. Cotilleo en el lavadero
13. Las fuentes de Nazaret
14. El Camí Nou o de las Moreras
15. De barracas y alquerías
16. El barrio de la Barraca
17. El molí de la Misericòrdia
18. La tartana como transporte
19. La empresa de transporte de Tomás Rubio S.L.
20. Un alcalde pedáneo de Nazaret
21. La armería de Mariano Casamayor
Anexo documental

Del Grao a Nazaret

1. En tierras de Nazaret

Nazaret nació y creció en terrenos al mismo nivel del río, y cada vez que se desbordaba inundaban sus aguas las calles del barrio más próximas a la orilla.

Dejando atrás los 72 metros de largo que medía el Puente de Hierro, llegabas a la pendiente de entrada a la calle Mayor de Nazaret.

La calzada de la citada pendiente del Puente, era capaz de anchura para circular dos carros, más el lateral para los peatones, con unos rudimentarios barandales de protección, construidos con viejos raíles de vías de ferrocarril, procedentes de desguaces.

Uno de los carriles era de espera para la fila de carros que aguardaban su turno de entrada al puente cuando quedaba expedito el paso para cruzar el río.

Existían unas reglas establecidas para esperar el turno de entrada al Puente, pero no faltaba el “despabilado” que pasándose de listo no las respetaba, invadiendo el Puente al mismo tiempo que lo hacía el otro por la entrada opuesta.

Cabezones los dos carreteros, ninguno cedía, y llegaban a toparse las dos caballerías, saltando la chispa de improperios, con frases malsonantes e insultos que terminaban con la intervención de los municipales de servicio en el Fielato de Cantarranas, obligando a retroceder al carro invasor, pues la anchura del puente solo permitía el paso de un carro.

En contraste con el anterior proceder de algunos carreteros, hay que hacer justicia por la solidaridad que se prestaban para ayudar a liberar las caballerías que caían amorrando el carro con el peso de los varales, aprisionando las bestias contra el suelo.

Era frecuente ver a los peones camineros empleados en las rampas de acceso al Puente, reparando con relleno de “machaca” las profundas huellas por el rodar de los numerosos carros a su paso cargados hasta la “sorra” con cajas de naranjas y cebollas desde la estacioneta de Nazaret.

Se llamaba “machaca” a la piedra caliza triturada que se empleaba para relleno de caminos y entrevías del ferrocarril.

2. El Pontazgo y el Fielato

Con la inauguración del nuevo Puente de Astilleros en 1931, Nazaret adquirió mejor comunicación con el Puerto, de tanta necesidad para el creciente movimiento de mercancías de los años 30.

Para el nuevo control del tránsito, tanto de carros como mercancías, situaron los servicios del Pontazgo y Fielato en la entrada al Puente Nuevo, esquina del Camino de las Moreras con la calle Mayor.

Prácticamente quedó disminuido el tránsito de carros por el viejo Puente de Hierro, que se convirtió en peatonal, empleado como atajo más corto de los vecinos para conectar con Cantarranas y el Grao.

No por ello anularon el Pontazgo y Fielato situado a la entrada a Cantarranas, porque tenían que cobrar los arbitrios de las mercancías que continuaban atravesando el río por el Puente de Hierro.

La picaresca

Los matuteros no lo tenían fácil para contrabandear, camuflados huevos tapados con paja en el fondo del cesto con polluelos que llevaban a vender en el mercado de los miércoles en el Grao, originándose un coloquio trágico-cómico al ser descubierto el matute.

Sunsión Tatay de Pardo, la lechera de Cantarranas.

Las lecheras que se las daban de listas tratando de “colar” la leche demasiado “cristianizada”, veían con pena que al comprobar su graduación los empleados de la vigilancia de Salud Pública, les vaciaban los cántaros en el río, regresando a casa de vacío.

Sin embargo las más listas pasaban la leche pura, para después bautizarla en casa de su confidente, como hacía Sunsión Tatay “la de Pardo de Nazaret”, que abastecía al barrio de Cantarranas, cuyo contacto era Julia Mira Monrabal, “la Espardenyera” de la familia de las Garrimas.

Otra de las picardías de las vendedoras ambulantes que vendían a peso, era llevar un duplicado de pesas, uno de ellos con pesas “retocadas” con falta de peso, aunque siempre vigilantes para no ser sorprendidas por los empleados del “repeso”.

También tenían la habilidad de hurtar peso al pesar las mercancías, que consistía en hacer el clásico “ganchet” en la cruz de la balanza introduciendo el índice en el fiel para precipitar la caída del plato antes de completar la pesada.

3. Barrio de Triana

El tramo de la calle Mayor de Nazaret, desde el Puente de Hierro hasta la esquina del Camino de las Moreras, se denominaba “de la Estacioneta” debido a que lo que más sobresalía, capitaneando la zona, era el mencionado edificio de los trenes eléctricos de vía estrecha.

Hubo una época en que se llamó popularmente el “Barrio de Triana”, motivado por las fiestas que tenían lugar durante el veraneo del Dr. Doñate y el torero Cortijano, quienes formaban un grupo con otros invitados y el vecino industrial fabricante de incubadoras a petróleo, Ramón Crespo.

Montaban sus fiestas de calle en la zona de la Estacioneta, destacándose por los saraos y juergas como amantes del folklore y la tauromaquia, con la participación de “cantaores y guitarristas” de flamenco, motivo por el que nació el nombre de “Barrio de Triana”.

El fin de los festejos terminaban con una gran merienda ofrecida al vecindario, que era servida por las señoras de los veraneantes y la ayuda de mujeres voluntarias de la vecindad.

Dicha zona fue de mucha actividad comercial en los años 20, hasta que la Guerra Civil de 1936/39 destruyó la mayor parte de los edificios, desapareciendo totalmente su comercio, quedando convertida en una zona desierta, con poco vecindario y escaso tránsito al desaparecer el barrio de Cantarranas y el Puente de Hierro en la riada de 1949, que comunicaba en dirección al Grao.

4. Madam Pinzell

Además de un experto en mecánica, Ramón Crespo se destacaba por su inventiva y aficiones artísticas.

A mediados de los años 10 inventó las primeras incubadoras que funcionaban con petróleo.

En cuanto a sus cualidades artísticas, dio buena muestra de ello con la primera falla, de carácter local, que plantó en Nazaret en 1918, resaltando en ella el humor y crítica en los muñecos, caricaturizando en uno de ellos a la popular Tía Fi-Fi, grotescamente adornada con un pincel en el sombrero y una escoba en la mano, aludiendo a las brujas.

La Tía Fi-Fi era una señora de origen francés que vestía según la moda francesa de la época, cuya prenda más corriente y obligada en las señoras como prenda de cabeza era el sombrero, muy empleado hasta por las más humildes.

La vestimenta y las supuestas andanzas de aquella mujer, bastaba para llevarla entre lenguas y críticas por su facha tan estrafalaria.

Vivía con una hija tan remilgada como ella, que ambas destacaban por la vida extrahogareña que disfrutaban.

El montaje de la falla era un insulto y venganza contra la Tía Fi-Fi, por su persecución ofreciéndole en boda a su hija, para llenar la soledad que sufría Crespo después del triste suceso de la muerte de la esposa, víctima del incendio que se produjo en su taller de incubadoras.

La crítica y el humor de la falla bastó para que en adelante apelaran “Madam Pinzell” a la Tía Fi-Fi.

5. Actividad de la calle Mayor

La calle Mayor de Nazaret se llamó hasta el siglo XIX calle de la Virgen de los Desamparados, en honor a la virgen patrona titular de la entonces ermita.

En la citada ermita se celebraba misa solamente los domingos, pues entonces Nazaret pertenecía a la feligresía de la pedanía de la Punta, cuyo párroco y fundador de la parroquia fue D. Ranulfo Roig Pascual.

El cambio de nombre le dio a la calle Mayor la categoría que goza la más principal de todos los pueblos o barrios que llegaban a absorber el conjunto humano que representa el movimiento cotidiano, que desfila marcando el pulso, tanto comercial como religioso y lúdico de las fiestas patronales.

Era la calle más larga y de mayor tráfico del barrio, que empezaba a pocos metros del río y llegaba al antiguo cuartel de Carabineros.

Al terminar la Guerra Civil quedó extinguido el cuerpo de Carabineros por haberse mantenido mayoritariamente leal al gobierno de la República, cuyo servicio de costas y fronteras fue incorporado a la Guardia Civil.

El viejo caserón llamado “la casilla de Carabineros” fue demolido para construir el nuevo, y actual cuartel de la Guardia Civil de Costas, y al desaparecer las playas de Nazaret, la Punta y el Perú fue clausurado en 1995 y abandonado, pasando las fuerzas a depender del mando del cuartel del Perelló.

La calle Mayor abarcaba el comercio más importante y las tabernas, únicos establecimientos que en los años 20 ofrecían esparcimiento y pasatiempo de obreros pescadores y portuarios al final de la jornada laboral.

En aquella época no existían bares en el barrio, pero disponían de un caserón espacioso en un piso alto de la calle Mayor, al que llamaban casino y conocido también por “el Casinet”.

En el Casinet se celebraban los tradicionales bailes de máscaras en los carnavales de entonces, siendo un lugar de recreo para matar el ocio de los vecinos.

Era una especie de hogar público para socios, donde se celebraban charlas de carácter político fomentado por los vecinos de más relieve y cultura, como encargados, artesanos, comerciantes, industriales y caciquillos satélite de la política de la época.

6. El comercio en la calle Mayor

En aquellos años 20 tuvo lugar el traspaso de la tienda taberna del tío “Matacristos” a Tomás Martínez, “el Churro”, hermano de la tía Angeleta la del “Boter”.

Contigua a la taberna había una fábrica de alpargatas cuya producción artesana la vendían en los mercados y huertas cercanas, empleando una tartana en sus desplazamientos. Era una época en la que la venta ambulante era un hábito muy extendido y normal, cuya práctica tenía acostumbrada a la clientela a tener el servicio en la puerta de casa.

Aquel deambular por las calles de los vendedores de puerta en puerta perduró muchos años, pues en Nazaret no hubo mercado hasta 1924 en el que la famosa verdulera Salvadora Ferreira inició el primer y rudimentario mercado a cielo abierto, y pronto fueron agregándose alrededor de su barracón de ventas, el resto de las vendedoras que llegaron a completar el espacio del solar que era propiedad de Rafael Tervel, “el Tolliner”, actualmente ocupado por el horno de Antonio Pascual, “el Pasti”.

Completaban el tramo de la calle Mayor denominado de “la Estacioneta”, el primitivo y más antiguo de los hornos de Nazaret, propiedad de Bautista Ribes, “el Chato”, bisabuelo del actual hornero Juan Bautista Ribes.

Frente al horno estaba la tienda taberna de José Balaguer Aranda, conocido por el tío “Nostre Sinyor”, quien le dejó el negocio a su hija Vicenta Balaguer Colás, casada con Pepe Ribes Busquets, también de la saga de los “Chatos”.

Como anécdotas aclaratorias, hay que dejar escritas en la historia del barrio las diferencias que existían entre el tabernero “Mata Cristos” y el “Nostre Sinyor”.

Solo era cuestión de ética y buenos modales. Mientras que el “Nostre Sinyor”, como creyente, era respetuoso alabando a toda la corte celestial, el tío “Mata Cristos”, sin ser mala persona, era el anverso de la medalla, hombre de genio corto, que a las tres menos dos se desfogaba con juramentos.

Ambos se hicieron acreedores de tan resonantes y merecidos apodos para distinguir la competencia de sus respectivos negocios.

Para completar el entorno humano de la zona de “la Estacioneta”, hay que añadir al médico Don Paco y la comadrona Doña Milagros Sansano.

A continuación, en la calle Mayor existían comercios y establecimientos que se fueron instalando a medida de las necesidades por el aumento de la población, servicios que además de la clientela vecinal, atendían a la colonia de veraneantes, que daban vida económica al comercio durante la época estival, incluso en las fiestas de Semana Santa y Pascua Florida por el clima primaveral.

7. Las lecheras

La típica estampa de la vaca lechera acompañada de la dueña, era en los años 20 muy habitual verla por las calles, con su acompasado y lento caminar, deteniéndose por costumbre en la puerta de la clientela para servir la leche tibia y humeante ordeñada por la lechera.

Cuando la vaca iba seguida de su pequeño lechal, provocaba la curiosidad, haciendo las delicias de los pequeños, viendo en ocasiones cómo se tomaba el biberón de las ubres de la madre, dando empujones con la cabeza sobre ellas para estimular el fluido de la leche.

Además, mañana y tarde circulaban por la calle Mayor las lecheras de las huertas de Nazaret para hacer el reparto en el Grao, ofreciendo una bella estampa de mozas rebosantes de salud, ataviadas con sus llamativos y pulcros delantales atados con un pomposo y coqueto lazo almidonado, adorno que obedecía, siguiendo el ritmo balanceante de sus graciosos andares, con el cántaro apoyado a la cadera.

Por las tardes solían coincidir las vacas en su segundo reparto con el rebaño de cabras, seguido por el pastor y el choto, que después de apacentar por la Ribera del Río, recorría su paso diario por las calles para ordeñarlas en presencia de la clientela que prefería la leche de cabra.

Como las calles de Nazaret eran todavía de tierra las vecinas se encargaban de limpiar la alfombra de bolitas negras que sembraban a su paso las cabras y alguna gracia mayor de las vacas.

La mayoría de las lecheras solían adulterar la leche cuando tenían ocasión, pero a las pastoras de las vacas les era imposible, por tener que servir la leche ordeñada a la vista de la clientela.

Con el verano y la afluencia de los veraneantes y servidumbre, aumentaba la demanda y el problema lo resolvían los vaqueros que hacían el servicio por las tardes, empleando la picaresca, ordeñando más aprisa de lo normal, llenando los jarros con más espuma que leche.

El vaquero me decía que con una “chorritá” de menos de uno y otra del siguiente conseguía alcanzar leche para toda la clientela.

8. Los mosquitos y la acequia del Vall

En aquellos años 20 los vecinos de Nazaret tenían que sufrir molestias al llegar la época estival, sin que las autoridades sanitarias tomaran medidas para remediarlas, por problemas afortunadamente ya desaparecidos.

En los meses de más calor les llegaba el tormento de la invasión de mosquitos, que al atardecer atacaban como una plaga, cuyas picaduras producían un gran escozor con huellas en cara y brazos.

A la puesta del sol se movilizaban los mosquitos invadiendo el interior de las viviendas, atacando con sus molestas orquestas trompetiles.

Las zonas más castigadas por los mosquitos eran las fronteras con la huerta, en cuyas acequias y matorrales se cobijaban para protegerse del sol.

Las amas de casa se defendían de estos molestos insectos, rociando con el bombeo del flitero, única forma de librarse de ellos para poder dormir, gracias a un aparato que fue de mucho alivio durante muchos años, pues lo mismo se empleaba para mosquitos como para las moscas.

Los vecinos que peor lo pasaban eran los de la calle de la Pelota y el barrio del Curro, llegando a defenderse con baños de humo, uno de los mayores enemigos del moquito.

En el barrio del Curro acostumbraban a prender en plena calle hogueras con paja de arroz del pajar del tío Curro, cuyo humo los ahuyentaba, pero los vecinos quedaban impregnados con el perfume de la paja quemada, oliendo a los gitanos de la época, tan obligados a calentarse con el fuego de la hoguera.

Otra de las molestias del verano eran las aguas del Valladar, cuando los sábados les llegaba la tanda a los huertanos para regar los campos del “Racó” y los vecinos tenían que soportar el perfume maloliente de las aguas que repartía la acequia del Vall.

9. El Cine Español

Nazaret también disfrutó de su primer cine con escenario, en el que se celebraban comedias y sainetes, representados por grupos de cuadros artísticos de aficionados, maestros en el oficio, entre los que se recuerdan a Elietes Carsi y Pepe Aledón, más conocido por “Brocal”.

El cine fue construido en 1922 por el maestro albañil Bautista Puerta Barrachina, un distinguido maestro albañil entre los de su época que con el buen oficio fueron los que cambiaron la fisonomía del paisaje urbanístico que tenía Nazaret en la última década del XIX.

De aquella transformación y mejora, dan fe las muestras de muchas obras que todavía se contemplan como joyas históricas del pasado, algunas de estilo modernista.

El cine fue titulado “Cine Español” y estuvo situado en el solar que actualmente lo ocupa el edificio nº 45 de la calle Mayor, construido después de la riada de 1957.

Fue destruido por uno de los bombardeos que sufrió Nazaret durante la Guerra Civil 1936/39.

10. El lavadero público

Hasta la llegada de los electrodomésticos de los años cincuenta y en especial las lavadoras automáticas, las sufridas amas de casa tuvieron que mostrar la fortaleza de sus brazos y puños para hacer la colada.

En una época no tan lejana del pasado no había hogar que no tuviera el gran lebrillo de barro cocido barnizado en su interior con su tabla estriada para frotar y exprimir las prendas en su lavado.

Sin el esfuerzo de la máquina humana, de poco hubieran servido dichos utensilios, los cuales fueron elementos indispensables que como ajuar doméstico se aportaba al matrimonio.

Para alivio y comodidad del barrio, el municipio dotó a Nazaret de un lavadero público construido en la primera década del XX, cuando el crecimiento del poblado y la mayor afluencia de veraneantes en la época estival, obligó a esta mejora, al tiempo que construían el anterior parque municipal que destruyó la aviación durante la Guerra Civil de 1936/39.

Su fábrica de ladrillo visto constaba de una cubierta de teja alicantina con pendiente a dos aguas y dos fachadas de entrada con dos peldaños de bajada al interior, pilares de soporte laterales con celosías a media altura de madera cuadriculada intercaladas entre los pilares a ambos lados, que servían de sombrajo al tiempo que le daban al lavadero un toque de adorno arquitectónico.

Disponía de tres balsas-pilas amplias para los servicios, una destinada exclusivamente para lavar la ropa de color, otra para la ropa blanca y la tercera que era empleada para aclarar.

El lavadero estaba bajo el control del alcalde pedáneo del barrio, quien se encargaba de designar a la persona responsable de su mantenimiento y limpieza, cobrando como beneficio una modesta cantidad estipulada por cada servicio.

El primer nombramiento fue el de una vecina del barrio llamada Marieta Paredes, viuda de Cagafils.

En la larga trayectoria se sucedieron como encargadas del lavadero, María Torres Segura, mujer de fuerte carácter que luchó contra las clientas morosas que por no pagar incluso iban a lavar a escondidas de madrugada.

Después de la Guerra Civil, el último encargado del lavadero fue el tío Pepe “el Asmolador”, y prestó servicio hasta que en la riada del año 1957 lo deterioraron las aguas y el fango, con la imposibilidad de rehabilitarlo fue derribado por insalubre.

El lavadero estaba ubicado en el tramo de la actual calle de Fontilles, detrás de la iglesia parroquial, junto a las tres palmeras que actualmente ocupan la acera de entrada a la oficina parroquial.

11. El fantasma del lavadero

Aunque todo fue producto de la imaginación de algunos testigos, comentaremos una anécdota del revuelo que se creó en Nazaret por las periódicas apariciones de un fantasma en el lavadero público.

La versión de la aparición se extendió como la pólvora y mucha gente llegó a creerlo y hasta juraba haberlo visto, víctimas de la superstición que todavía dominaba en los años 20.

El fantasma fue descubierto por Alejandro Montoro, “el Carbonero” del barrio, quien ante tanta aseveración se propuso desenmascararlo, apostándose una noche con su hijo Alejandro en las proximidades del lavadero.

Se descubrió ser una conocida mujer, vecina de lo que hoy es la calle del Parque, que se dedicaba a lavar ropa de los marineros de las tripulaciones de los buques surtos en el Puerto.

La mujer era alta y delgada, y su aparición solo se veía en las noches de verano y para defenderse del calor llegaba vestida con un largo camisón blanco hasta los pies, con un voluminoso cesto con la ropa sobre su cabeza, convertida en una extraña figura andante, que se disponía a ganarse un jornal con el lavado de ropa, a unas horas tranquilas, sin que nadie la molestara.

Su aspecto se aproximaba al fantasma que un buen día vio alguien que aseguró ser testigo, aumentado a la imaginación que en aquella época estaba muy generalizada en todas las mentes por la normal aparición de los fantasmas de los contrabandistas de entonces, que solían preparar el terreno librándolo de curiosos para poder alijar sin testigos.

12. Cotilleo en el lavadero

El lavador público fue, además de su gran servicio doméstico, el lugar de encuentro, de expansión, y sobre todo el templo de la comunicación entre las vecinas.

Acudir al lavadero era para las más cotillas un descanso de otros quehaceres y un día de fiesta para evadirse de los problemas del hogar, siempre llenos de penurias.

En él se ventilaban rencillas, haciendo las paces y también, por un es o no es, se provocaban discusiones, haciendo desavenencias.

Lo más normal es que hubiera paz entre las lavanderas, pero la mayor actividad la empleaban en criticar a las vecinas por sus conductas, y las más atrevidas e irresponsables le ponían “letra y música” a las infundadas sospechas.

También era el lugar donde se ponían al día de las novedades del barrio, comentando las noticias que cada día se cocían en tiendas y mercados, en especial en la tienda de Vicente Alfonso, “el Alcalde”, que fue el comercio que se hizo popular por el trato de los dueños dispensado a los clientes como paño de lágrimas, en los años de hambre al terminar la Guerra Civil, concediendo facilidades para pagar “al fiote”.

Además la dependencia tenía la facilidad de regalar los oídos con chismes del barrio, y la vida y milagros de los vecinos, conseguidos “escurant panxes” a la misma clientela.

Había momentos de tregua, abandonando las vecinas la tarea del lavadero para acudir a la “cera ampla” a presenciar las habituales riñas que con frecuencia convertían el barrio en una popular fiesta, con el bombardeo que se cruzaba en plena disputa de palabra las dos vecinas más famosas, empleando como balas de cañón un gordo pero gracioso vocabulario en sus ataques, la famosa Juana “la de Rico” contra su eterna enemiga, la tía Amparo “la Pintora”.

Estas dos mujeres fueron tan famosas y únicas para convertir sus peleas en los más graciosos sainetes, sobresaliendo la tía Juana “la de Rico” por su gran facilidad para darle a la lengua, afilada y cortante como un hacha, montando las más simpáticas funciones con palabras insultantes, pero que causaban hilaridad y gracia por su castizo valenciano.

A pesar de los curiosos espectáculos que las dos mujeres ofrecían en alguna ocasión para deleite del vecindario, demostraron buen juicio, al no llegar nunca a las manos, aunque el motivo tal vez era por estar nivelado el poder entre ellas.

13. Las fuentes de Nazaret

Nazaret careció de servicio de aguas potables hasta que en los años 60 inmediatos después de la riada de 1957, empezaron a extender por todo el barrio las instalaciones para las acometidas a las viviendas, cuyo caudal venía desde el Grao por la tubería que pasa por el Puente de Astilleros.

Hasta la riada de 1949, la instalación de aguas potables solo abastecía a la única fuente pública de Nazaret, que se hallaba delante de la Estacioneta en la calle Mayor, cuya conducción llegaba a través del viejo Puente de Hierro, que fue derribado por la fuerza del agua de la citada riada.

En los años 20, Nazaret disponía de la fuente artesana pública, al salto, enclavada en el centro del barrio, que abastecía al cercano Lavadero, justo a la puerta del actual Mercado Municipal de la calle Fontilles, cuyo amplio solar entonces era un espacio poblado de eucaliptus con el suelo de arena de la fachada nordeste de la antigua ermita.

En todas las casas disponían de pozos para limpieza doméstica y en la mayoría tenían bomba aspirante impelente o fuentes de pozo artesano que brotaba el agua al salto, además de una fuente en la calle de Francisco Falcons que se hizo por inscripción popular de los vecinos del barrio de Tranviarios, ubicada en la puerta de la tía Salvadora Ferreira, la verdulera más popular y fundadora del primitivo mercado público.

La mayoría de las fuentes fueron construidas por el pocero cerrajero de Nazaret Antonio Peris Chilet, más conocido por “el Ferrer d’Albal”.

Una veta de las aguas del subsuelo de Nazaret, tenía un elevado nivel de bicarbonato, y desde el principio del alumbramiento conocieron las amas de casa de sus cualidades para cocinar las legumbres, que sin otros aditivos se guisaban tan blandas como la manteca.

Por dicho descubrimiento en el barrio llegó a comercializarse por determinados dueños del pozo, cuyas aguas se vendían como “Aguas de Garbí”, siendo las más apreciadas la fuente de Casa Piula y la de Vicente Roig “el Barbero”.

En los años de Guerra Civil, Nazaret fue bombardeado por la aviación, pero no por su valor como objetivo militar, pues los impactos eran involuntarios, al no acertar en los objetivos del cercano puerto. A la aviación, tan hostigada por la defensa antiaérea, le hacían variar la puntería cayendo en el barrio y en mayor abundancia en “el Charco de la Pava”.

En sus incursiones, las bombas destruyeron las antiguas casas de veraneo del solar de los bloques de Estella Maris (Katanga) y la tienda de tejidos de la tía Concha “de la Claveles” y su vecina de Simeón Fresquet, padre de Ángel Fresquet “el Roch” en la calle Mayor.

En el solar de Katanga quedó al descubierto la fuente al salto de la casa del Dr. Doñate, veraneante asiduo del barrio.

A partir del fin de la guerra fue una fuente más de suministro para los vecinos por sus aguas con un elevado grado de potabilidad, y en la propaganda popular se anunciaba por su estímulo en dar ganas de comer, y la gente la bautizó como “la Font de la Xulla”, aunque al término de la guerra de lo que más se carecía era de los principales alimentos, y ganas de comer no faltaban.

Después de la riada de 1957, la fuente fue aprovechada por la calidad de sus aguas y su gran caudal, para abastecer el suministro a las 250 viviendas de los bloques de Estella Maris (Katanga), construidas en 1960.

La fuente del solar de casa Simeón Fresquet también fue ponderada por sus buenas cualidades y dejó su pequeña historia en la memoria de los vecinos, hasta que fue soterrada en la nueva edificación que se construyó en el citado solar.

La popularidad de la fuente se la dio el claudier que plantó en su día Simón Fresquet siendo inquilino de la antigua vivienda.

Aquella fuente que la gente bautizó como “la Font del Claudier”, fue considerada como un pequeño monumento, que de su ornamentación se encargó el vecindario capitaneado por el vecino Lamberto Navarro, “el Agrimensor”, hijo de una noble familia de Nazaret.

La vieja fuente fue modernizada con revestimiento de azulejos y un panel en que se leía: “Fuente del Claudier, año 1946”. A ella acudían en verano, a llenar los botijos de su agua fresca y el árbol que le daba sombra que fue el blanco de la chavalería para comer sus frutos.

Otra de las fuentes de los años 20 fue la llamada “Fuente de Illueca”, en el antiguo barrio de la Playa, lugar que actualmente se conoce por la calle de la Macarena.

Aquella fuente fue construida por Illueca para dar servicio a los vecinos y calmase el malestar y sirviera de árbitro para el cese de las hostilidades en la guerra que el vecindario le declaró al influyente industrial dueño de los Talleres de Calafat y una pequeña fundición que interpusieron frente a sus viviendas privando a los vecinos del antiguo derecho que disfrutaban del paso directo a la playa.

Derecho que en varias ocasiones recuperaban derribando el muro que impedía el paso sobre la acera de la acequia del alcantarillado, hasta que lo disfrutaron definitivamente con la llegada de la República de 1931, además del suministro de agua a toda la barriada.

En aquella época, al poderoso se le abrían con descaro todas las puertas con su dinero y los responsables de vigilar los bienes del Estado solían hacer la vista gorda en la concesión de terrenos permitiéndoles ocupar por personas influyentes, y uno de ellos fue José Illueca.

14. El Camí Nou o de las Moreras

A las seis y media del jueves día quince de 1897 fue inaugurado el nuevo camino de Nazaret a la capital, empezando a llamarse “Camí Nou” o “Camino Nuevo de Nazaret”, y en la actualidad como “Camino de las Moreras”.

Fue una construcción que no solo sirvió para el crecimiento y necesidades de la época, porque a falta de mejor comunicación, todavía es de utilidad para el tráfico actual, aunque obsoleto para admitir grandes camiones.

Este camino anuló al antiguo, aunque todavía se localiza como el camino viejo de Nazaret, mutilado en algunos tramos, por el antiguo camino del Saler, hoy avenida de Jesús Morante Borrás, y la nueva pista de la Carrera del Riu, cruzando sinuoso entre campos convertidos en almacenes de contenedores, que tenía su entrada desde el antiguo camino de las Moreras por el azud y bordeando la acequia del Oro pasaba por la alquería del Valent, la de ca el Hombre hasta la casta del tartanero “Pimentó”, a casa Terrerola, a la de Luz y Soler continuando junto a la acequia del Burro Nort a casa Canela y las barracas del Sastre, para desembocar en el antiguo camino del Canal de la Albufera.

Este nuevo camino fue y continúa siendo el empalme final del primitivo camino de las Moreras, que antaño solo llegaba de Valencia hasta el vecindario de la barraca en el inicio del antiguo camino del Saler, el que al terminar la Guerra Civil lo llamaron avenida de los Mártires en homenaje a las víctimas asesinadas por las hordas incontroladas de los Comités de Salud Pública, y hoy se llama avenida de Jesús Morante Borrás.

15. De barracas y alquerías

El conjunto urbano del pasado siglo XIX, Nazaret contaba todavía con algunas clásicas barracas, además de las típicas casas chozas con techumbre de “senill i borró”, habitadas por pescadores, de las que como muestra da fe la fotografía de la pintura del joven artista Jorge Mateo, pintada el año 1886, que era hijo de una de las antiguas familias de veraneantes en el barrio y tío de las hermanas Mateo, Pilar y Teresa Oliver, actualmente vecinas de la calle Virgen del Loreto, que conservan la pintura original.

Donde se llegó a formar el antiguo “carrer de la Pilota”, hoy de Bernabé García, se concentraba el mayor número de barracas del barrio, alineadas con fachadas al mar, situadas a orilla del antiguo Canal de la Albufera.

El año 1881 se declaró un incendio y ardieron todas las barracas, quedando sin hogar varias familias, a las que el filántropo y asiduo veraneante del barrio, Bernabé García Navascues se preocupó en ayudarles construyéndoles nuevas viviendas, que solo consistía en el volumen exterior de la casa para tener donde cobijarse, siendo a cargo de cada propietario la terminación y distribución interior.

Una anécdota que pudo ser trágica sucedió en la operación de salvar del incendio los principales enseres domésticos, en cuya labor no faltó la solidaridad del vecindario, entre pescadores, labradores y trabajadores del Puerto, que se encargaron de la tarea en pleno incendio con el consiguiente riesgo.

En la barraca del tío Chala, donde tenía su negocio de carnicería, se hallaba durmiendo la hija más pequeña, un tanto olvidada ante el gran desconcierto reinante.

Cuando se apercibieron de su falta, la familia pensó que la criatura había sido víctima del fuego, pero sus llantos les dirigieron a uno de los colchones que habían salvado del incendio.

Uno de los forzudos braceros del Puerto había entrado en la barraca y sacó el colchón hecho un rollo con la niña durmiendo dentro, sin que se despertase, y su salvador dijo no haberse apercibido de la criatura por su profundo sueño.

Entre las viviendas situadas en la calle llamada antes de la Virgen de los Desamparados, actual calle Mayor, existieron otras modestas barracas.

Una de ellas ocupaba el actual número 58, donde se halla la llamada en otros tiempos “la Casota”, denominación que le daban por su gran altura en relación con las demás viviendas de su entorno.

Esta casa se conoció después de la Guerra Civil por casa de la tía Misterios “la Estraperlista”.

También el número 54, propiedad de Daniel Ibanco “el Nano” fue una pequeña barraca igual que la contigua de Tomás Llopis y el actual número 50 de la casa del Borrelló.

16. El barrio de la Barraca

Al final del llamado “Camí Nou” con el inicio del antiguo Camino del Saler, actual avenida de Jesús Morante Borrás, existía un caserío de gente obrera, cuyos vecinos le dieron el nombre de la Barraca.

El nombre fue aplicado por la existencia de la tienda taberna del vecino Pascual Vivó Romero, que la tenía instalada en la barraca heredada de sus abuelos.

Era una de la barracas históricas, más grandes e importantes de la zona, que se destacaba de su vecina, la del “tío Vierde”, que quedó maltrecha en la riada de 1957 por su mayor proximidad al río. Sin embargo, su ruinas fueron tomadas como símbolo de los desastres para celebrar en ellas una misa de campaña en memoria de las víctimas, ofrecida por el cura párroco de Nazaret, D. Eduardo Gual Camarena.

Entre el vecindario local se destacó Aurora Pardo Verdeguer, una mujer valiente y con agallas, que ejerció de barquera, dando servicio de transporte fluvial, sucesora de los anteriores barqueros, cuyo fundador fue “el tío Quics” en el siglo XVII, dedicados a cruzar el río a la gente en una barca por el importe de un chavo por persona, en dirección al Grao, cuyo camino pasaba por el cementerio del Grao y la factoría de CAMPSA.

La tienda taberna del tío Pascual abastecía de comestibles a las vecinas del barrio, pero su mayor ocupación era en la taberna, para atender a los clientes de paso y los que iban a matar el tiempo libre con poco gasto, por lo menos para los que ganaban las partidas del juego de truc, que el pago de las apuestas consistía en una “mesura” de cacahuetes y un barral de vino.

La barriada de la barraca y el vecindario del “Camí Nou” pertenecían a la parroquia de Nazaret, formando parte del conjunto de las denominaciones de las zonas que formaban la pedanía, bautizadas con nombres populares como el Barrio de Cocoteros, el de la Playa hoy la Macarena, la Pelota hoy Bernabé García, el del Curro hoy Coll de Rates, y el de la Moreras y la Barraca.

Aquel pacífico núcleo urbano de la barraca se desarrolló y creció con la apertura de la nueva vía de comunicaciones. En los albores del XX, Nazaret y sus anejos empezaron a disfrutar de mejoras urbanas, vías de comunicación y de transporte, con la inauguración de la Estacioneta de los ferrocarriles de vía estrecha, con apeaderos en la Barraca, Carrera de Encorts, Camino Fuente de San Luis, Camino Real de Madrid al final de trayecto en la estación de la calle de Jesús.

La riada de octubre de 1957 marcó la meta de la existencia de la Barraca por el deterioro que sufrieron el entorno y las comunicaciones, al desaparecer el servicio de la barca que cruzaba a la gente que se dirigía al Grao y la paralización y cierre definitivo de la Estacioneta.

Con el remojón que sufrió la centenaria barraca taberna del tío Pascual y el posterior fallecimiento de los dueños desapareció la Barraca y con ello otra de las joyas urbanas del patrimonio histórico de la cultura de la huerta valenciana.

En el solar, otros propietarios edificaron un bar moderno y espacioso, pero no disfrutó de vida larga al quedar cortado el camino por las obras del paso de las vías del ferrocarril de Barcelona.

No se tardaron muchos años para que la mayoría de los vecinos fueran abandonando sus casas y a finales de los años setenta lo ocuparan, transformando todos los inmuebles en un ghetto de puti-clubs de moda en los que se traficaba la droga.

Las antiguas viviendas de la barriada que se llamó de la Barraca, que fueron convertidas en puti-clubs donde reinaba la droga.

Cuando fueron cerrados los antros del vicio, los ocuparon familias de raza gitana que fueron la peste para los labradores de la Punta hasta que los desalojaron a la fuerza.

Actualmente las familias gitanas han acampado en el río detrás de casa el Blanco y Colilla.

El año 1995 fue expropiada la zona para la ciudad de las ciencias y desapareció toda actividad, dejando abandonados todos los locales, que no tardaron en sufrir el expolio de todos los materiales aprovechables, quedando un deplorable paisaje de ruinas que al poco fueron invadidas por familias gitanas que causaban malestar a los huertanos por el robo que sufrían las cosechas de sus campos.

Tantos problemas ocasionaron a los huertanos de la Punta que la autoridad municipal, respondiendo a las quejas de la asociación de vecinos de la pedanía y movidos por sus propios intereses, obligaron al desalojo de las familias gitanas, procediendo al derribo de todos los inmuebles.

17. El molí de la Misericòrdia

A espaldas del caserío del Barrio de la Barraca, con entrada por el Camino Viejo de Nazaret y limitando las tierras de labranza y la alquería de Pascual Domingo Gavino, apodado “Pimentó el Tartanero”, se hallaba desde el pasado XIX el antiguo molino de la Misericordia, para cuya industria se servía de la acequia Fabiana en su último recorrido a su desembocadura en el río Turia, después de su misión de riego a las huertas de su recorrido por Monteolivete y prestar sus aguas al antiguo molino de… (espacio en blanco en el original), desaparecido hace muchos años.

El molino de la Misericordia aglomeró en su entorno un vecindario como el de la Barraca, y dio trabajo a mucha gente de las cercanas pedanías.

Al no existir iglesia parroquial en la zona, construyeron la ermita de la Misericordia para el culto con la ermita de la Purísima en la Punta y el Perú, y la de los Desamparados en Nazaret celebrando misa solo los domingos hasta el inicio del XX en que se inauguró la parroquia de la Punta.

El Molino de la Misericordia terminó su actividad con el nombre de su nuevo dueño, Molino de Aleixandre. Después de la riada de 1957 que fue también el final del Molino de San Rafael, del que fueron dueños la viuda de Humbert y después de la viuda de Alamar, dueña de otro molino en Benetúser y en sus últimos años de actividad propiedad de Andrés Serra, dueño también del molino de arroz de la calle del Rosario del Canyamelar.

18. La tartana como transporte

Desde finales del XIX, los vecinos de Nazaret disponían de la primitiva tartana como único medio de transporte humano para su traslado a la capital, y entre los tartaneros de la época, el más popular era Pascual Domingo Gabino, más conocido por el apodo de “Pimentó”.

¿La tartana de Pimentó?

Era vecino del Valladar, en el Camino Viejo de Nazaret, próximo de Ca Gori y Ca del Cagueto, limitando su vivienda y propiedad agrícola con el desaparecido Molino de Aleixandre, que ocupaba terrenos pertenecientes al lugar de vecindad llamado de “la Barraca”.

Este transporte perduró hasta los años 20 para viajes a Valencia y al Grao y Cabañal cruzando el Puente de Hierro construido a finales del XIX.

Además de para viajes largos, lo alquilaban para las bodas, bautizos y en las cabalgatas de “les festes de carrer”.

En la temporada estival era requerido por los veraneantes del barrio para trasladar personas y enseres desde la capital a sus residencias de veraneo.

Las ferias de julio y Navidad también le proporcionaban unos modestos ingresos transportando grupos de gente joven.

Pimentó defendía la economía doméstica con la ayuda del laborioso trabajo de sus campos, que cultivaba con la ayuda de sus hijos.

Estuvo en plena actividad prestando servicio con su tartana hasta finales de los años 20.

Después se dedicó a la tierra, y hallándose trabajando en sus campos, Nazaret sufrió un ataque de la aviación alcanzándole la metralla, con el resultado de la amputación de una pierna.

Poco después del fin de la guerra falleció Pimentó dejando el recuerdo de su buen carácter, extrovertido y conversador.

En la memoria de los vecinos de su época, todavía perdura verle con su tartana arreando a la jaca trotando por aquellos caminos, la mayoría llenos de baches tan profundos que hacían saltar la tartana.

19. La empresa de transporte de Tomás Rubio S.L.

La tartana de Pimentó quedó con el tiempo obsoleta, y los pobladores de Nazaret viajaban a la capital en el tranvía que entonces circulaba por el Camino del Grao.

El personal obrero residente en el Saler, Pinedo y las partidas de Perú y la Punta, acudía a su trabajo viajando en bicicleta y la mayoría lo hacía a pie, incluso, desde el Saler hasta el Puerto, astilleros y los talleres de Gómez en Cantarranas, regresando a sus casas por los mismos medios, sacrificio demasiado penoso, aunque obligados por falta de mejor transporte, inexistente en la zona de aquella época.

A primeros de los años 30 se constituyó una sociedad de transporte público de autobuses en Nazaret.

Tomás Rubio Asensi y Vicente Remigio, vecinos de la Malvarrosa, y el vecino de Nazaret Lázaro Ruiz, que vino procedente de Ribarroja, fueron los componentes de la sociedad.

El trayecto era desde Pinedo a Nazaret por el Camino del Canal, hasta Valencia por Monteolivete y otro servicio de Pinedo, Nazaret, Grao.

Ambos servicios fueron de mucha utilidad para los vecinos que viajaban desde el Saler a Valencia y al Grao, siendo los más beneficiados el personal obrero que antes lo hacía a pie y en bicicleta.

El cargamento más afluente de viajeros era desde Nazaret a Valencia, cuya salida era desde la calle Mayor frente al cuartel de carabineros, cuyo trayecto era por el Camino de las Moreras, pasando por la Barraca al barrio de Monteolivete, lindando el río Turia, y terminaba en la Gran Vía de Germanías, esquina a la calle Ruzafa.

El importe oficial del viaje de Nazaret a Valencia era de 30 céntimos, pero para los obreros establecieron un billete reducido de 20 céntimos para que emplearan el coche de regreso al final de la jornada.

La gente solo lo cumplía en el mal tiempo de invierno tomando el coche de regreso, pero en verano regresaban a pie para ahorrarse los 20 céntimos.

Como dato anecdótico, hemos de añadir algo de historia de Tomás Rubio Asensi, cuya versión y desarrollo de su vida la confirma el escritor-historiador de la Malvarrosa Antonio Sanchis Pallarés en su libro “La historia de la Malvarrosa”.

La señora Joaquina Asensi, madre de Tomás Rubio Asensi, conocida en la Malvarrosa por su popularidad, por la tía Xima, era una abuela muy agradecida, según decía ella misma, y en pago a los malos ratos que en sus buenos tiempos dio a los carabineros que prestaban vigilancia en las playas del Cabanyal, Malvarrosa y Machistre, les concedió a todos los miembros del cuerpo la gracia de viajar gratis en los autobuses de su hijo Tomás.

Los carabineros siempre estuvieron excluidos de viajar gratis en los transportes públicos, privilegio que estaba reservado a los agentes de policía, guardia civil, guardias de seguridad (cuerpo uniformado desaparecido para dar paso a la actual policía armada) y a los guardias municipales, considerados agentes de orden público.

Contaba la tía Xima que siempre fue muy valiente y atrevida, colaborando con su familia que se dedicó al contrabando de tabaco, alijando en las playas de la Malvarrosa y Alboraya, tomando parte activa en estas maniobras como otro miembro cualquiera.

20. Un alcalde pedáneo de Nazaret

Otro personaje a destacar de la época, era Rigoberto Duato, vecino también de la zona de la Estacioneta, quien desempeñó el cargo de alcalde pedáneo de Nazaret en los primeros años de la República, militante del partido autonomista de Blasco Ibáñez.

Durante su mandato amplió el alumbrado público, extendiendo por todo el barrio la mejora del viejo y primer alumbrado de la época del alcalde de la dictadura de Primo Rivera, Vicente Ferrandis, “el Moreno”.

Duato era un republicano conservador, que no bendecía nada a la juventud militante en la C.N.T. con ideas libertarias, que se distinguían como amantes y defensores de la naturaleza y practicantes del naturismo, que se les veía con frecuencia circular con su mejor amigo: “un libro debajo del brazo”.

Entonces eran valores rechazados por los conservadores, pues era pecado leer “demasiado” libros que rebasaban la frontera de las censuras, contra tendencias filosóficas, consideradas “extremistas” por los moralistas de turno.

La divulgación a la lectura, era una invitación de apertura al conocimientos de muchos temas prohibidos por la derecha y la izquierda autonomista de los años 20.

Yo fui testigo y a la vez interesado de la vez que Duato llamó la atención, invitándonos con mucha amabilidad a entrar en su casa para afear la conducta del grupo de jóvenes paseando con el libro debajo del brazo, con los símbolos en la indumentaria de la flamante “chelina” y los pies calzados como los franciscanos, tanto en verano como en invierno.

Otro detalle que más molestaba al sector de la derecha, era el espontáneo y sano saludo con la expresión “¡salud!”, en lugar del saludo tradicional.

La juventud libertaria de entonces vivía la naturaleza integral, baños de sol y de mar, y una alimentación vegetariana, prácticas muy mal vistas y censuradas por los “victorianos” de la época.

Aquella conducta era una lucha, que aunque con un fondo utópico, estaba hermanada con otras tendencias juveniles menos radicales, como los nudistas integrales, que disponían de un campo de expansión y prácticas en la Pinada de la “Casa Negra” de Pinedo.

Entre los años 20 y los primeros 30, estaba tan divulgada y extendida la práctica del desnudismo, que se llegó a publicar una revista con el título de “Pentalfa”, nombre que era aplicado a los adictos a dicho culto de salud del cuerpo humano, llamándoles “pentalfas”.

Estos grupos juveniles tenían su sede en el ateneo libertario de divulgación social situado en el Camino del Grao.

En él se celebraban charlas de orden social y científico, desarrolladas por acreditados profesores, sociólogos y filósofos.

Los domingos ofrecían funciones de teatro por el cuadro artístico del ateneo, con preferencia sainetes en valenciano de Eduardo Escalante.

21. La armería de Mariano Casamayor

En los años 20, el paisaje urbano de entrada a Nazaret por el Puente de Hierro, lo encabezaba el sólido edificio de planta baja y vivienda superior construido en el inicio del sigo II, que desapareció derruido por los bombardeos de la Guerra Civil 1936-39.

Era propiedad de Mariano Casamayor, dueño de la armería que daba servicio a la clientela de aficionados a la caza.

La familia Casamayor gozaba de mucho renombre en el barrio, que se vio coronada por la desdicha, dentro del desahogo económico que disfrutaba.

Mariano Casamayor fue un empleado de relevante influencia en los talleres de Gómez de Cantarranas, industria muy importante que estuvo ubicada en las naves de la antigua factoría de una extinguida fábrica de petróleos.

El primer golpe recibido en la familia fue la amputación de ambas piernas de Mariano Casamayor y tuvo que jubilarse.

El hijo mayor, llamado Paco, piloto de la Marina Mercante, desapareció en un naufragio en el Golfo de Vizcaya, cuya noticia consternó al barrio entero.

Para colmar el vaso de las desdichas, su hijo Marianet se desvió de la senda conservadora de la familia y militó en el sindicato de la CNT-FAI, inclinado en la acción o el sector más radical de la FAI.

Durante la Guerra Civil, el joven Marianet se destacó tomando parte en algunos desmanes, más bien impulsado por la influencia inyectada de los más exaltados del partido, de aquellas cuadrillas que operaban por libre, intimidando a personas de significación de derechas, exigiéndoles “donativos” en nombre de UHP y en el peor de los casos los eliminaban dándoles “el paseo”.

Fue un joven bastante atolondrado e insensato y al final de la guerra se consideró engañado y manipulado, al verse abandonado de sus antiguos compañeros.

Lo condenaron y encarcelaron, con la desgracia de enfermar, muriendo de tuberculosis en la Cárcel Modelo.

Anexo documental

Capítulo 1

Títol Textos inèdits de Juan Castaño II: «Del Grao a Nazaret»
Autor Joan Castaño
Introducció i disseny  Natzaretpèdia
Data de publicació en Natzaretpèdia Dijous 2 de novembre de 2023

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